EL PRIMER AÑO DE VIDA
“El primer año de vida es el periodo más plástico del desarrollo humano. El hombre nace con un mínimo de patrones de conducta conformados previamente y tiene que adquirir innumerables habilidades adaptativas en el transcurso del primer año. La presión adaptadora es poderosa, el desarrollo rápido y en ocasiones tempestuoso. Jamás en el resto de la vida se aprenderá tanto en tan corto tiempo”.  
René Spitz. El primer año de la vida del niño. Fondo de cultura económica.1998

La percepción

         Los signos y las señales que llegan y que son percibidos por el infante en los primeros meses de vida pertenecen a las siguientes categorías: equilibrio, a la tensión (muscular y de otro género), a la postura, temperatura, vibración, contacto cutáneo y corporal, ritmo, tempo, duración, diapasón, tono, resonancia, rechinar y probablemente a un buen número de otras de las cuales el adulto difícilmente se percata.
         Durante el embarazo y el postparto las madres activan su capacidad de percibir estos estímulos
         En sus primeros meses, es en la boca (lengua, labios, mejillas nasofaringe) donde confluyen todos los estímulos básicos para la vida (la alimentación) siendo, a su vez, la superficie para la percepción táctil y la exploración.
         En ella se representa el tacto, el gusto, la temperatura, el olor, el placer y el sufrimiento, y hasta la sensación de profundidad en el acto de engullir.
         La percepción visual se desarrolla después de la percepción oral.
         La visión enriquece el espectro de percepciones, facilita la orientación y el dominio, y expande las funciones autónomas del yo y el principio de la realidad.
         Es el rostro humano (madre) el primer objeto estructurado de la vida (el niño cuando mama mira a la cara de la madre).
         La percepción está influida constantemente por el tono afectivo (placer / displacer) que predomina en el sujeto.
         La percepción  y los intercambios afectivos preceden a todas las demás funciones psíquicas; estas se irán desarrollando sobre los cimientos proporcionados por los intercambios afectivos.
         Por eso a los niños les afecta el comportamiento y el estado de ánimo de quienes les rodean.
         Hay que tener en cuenta que los niños pueden verse afectados, y con frecuencia desbordados, por los estímulos.
         En estas edades la experiencia de la percepción es de naturaleza consumatoria, es decir, procura la satisfacción de la necesidad y reduce la tensión tras un periodo de excitación no grata (el niño tiene hambre, llora, percibe el pecho y satisface su necesidad).
         La frustración que acompaña al periodo de demora  entre el estímulo (necesidad) y su satisfacción está en el origen de la conducta adaptativa.
         Al tratar con esas frustraciones reiteradas, el infante logra una proporción creciente de independencia, y se torna crecientemente activo en sus relaciones con el mundo exterior.
         Privar al infante del afecto del displacer, durante el primer año de vida, es tan dañino como privarle del afecto del placer (y no solo en el primer año). El papel de ambos es de igual importancia en la formación  de la personalidad del individuo.
         La frustración es el catalizador más potente de la evolución con que cuenta la naturaleza.
         El refrenar la respuesta motora, proporciona el aplazamiento requerido para un proceso tan complejo como el de pensar o juzgar.

La latencia entre: 
======>ESTÍMULO                     TENSIÓN (DISPLACER)      =====>       SATISFACCION
  (Hambre)                                     (Llanto)                                                 (PLACER)

Es el aprendizaje para el mecanismo de la VOLUNTAD que utiliza el adulto:
=====>   ======ESTIMULO                 >    PARADA / EVALUACIÓN                     RESPUESTA

La memoria

         El niño, a medida que va almacenando experiencia, adquiere un número cada vez mayor de modelos que es capaz de comprender.
         En la temprana  infancia, la memoria es una de las funciones psicológicas centrales sobre las que se erigen las demás funciones.
         Para el niño pequeño, pensar es recordar.
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