Denominamos competencia
a la adquisición de características
personales e interpersonales que ayudan al niño a alcanzar los objetivos
adaptados al desarrollo adecuado para una determinada edad, en una cultura en
concreto y para afrontar los desafíos del entorno.
Están pues relacionados con el desarrollo cognitivo, el
desarrollo motriz, de lenguaje y asunción de su propio cuidado, entre otros
elementos.
Un ejemplo de estas características se basa en el desarrollo
de la autorregulación, es decir, la
capacidad del niño a manejar su propio comportamiento. El aprendizaje de esta
autorregulación aporta mayor interiorización de la conciencia, mejor respuesta
a las exigencias de los padres y del entorno, mejoran las relaciones con los
compañeros y se reduce el riesgo de comportamientos antisociales.
Los factores biológicos implicados son:
- Genes: inteligencia, temperamento, personalidad…
- Maduración del sistema nervioso central: lenguaje, control de las emociones, memoria, atención selectiva…
- Maduración motriz: memoria espacial, vértigo…
La actuación de los genes en este proceso no es directa
sobre el desarrollo y el comportamiento. Los
genes contienen la información de
los elementos biológicos fundamentales que van interactuando con estímulos no
genéticos (ambientales, alimentación…), estableciendo unas vías complejas que
relacionan los genes con el comportamiento de una forma indirecta.
Es evidente el influjo del ambiente en el desarrollo de la competencia del niño. El entorno familiar, la guardería y el
colegio son influencias directas. Cuanto más prolongada es la asistencia a la
escuela, mayor es la competencia cognitiva. Y más allá del entorno próximo, el
entorno social (nivel socio económico de los padres…) y cultural.
Pero no hay que perder de vista la influencia del propio
niño sobre su propio desarrollo. Esto se ha visto en al menos dos niveles. Por
un lado se ha visto como los niños más hiperactivos reciben menos atención por
parte de las madres (y los profesores) que los niños tranquilos. O los niños
con mejor expediente escolar reciben más atención que los de nivel medio-bajo.
Por otro lado, los niños más inhibidos tienden a evitar situaciones nuevas o
inéditas, o los niños con reactividad baja buscarán situaciones estimulantes.