ADOLESCENCIA
La adolescencia es el
periodo en el que los niños comienzan el paso a ser adultos. La tormenta hormonal que se da en esta época, será
la causa de su madurez como humano, y la causa
de su carácter “especial” durante este periodo. Cambios
bruscos de humor, inseguridad,
vulnerabilidad, etc. La influencia de los padres hacia sus hijos comienza a pasar
a un segundo plano, siendo los compañeros y los amigos los que ayuden a probar,
afianzar o rechazar conductas. No solo perdemos influencia en ellos, sino que parece que lo hacemos todo
solo para fastidiarlos…
En estas edades el YO
se afianza. Para ello el chico se vuelve más egocéntrico, inmune a las
opiniones de los padres, con menos interés por los asuntos familiares. De ahí
al rechazo de las normas y de las explicaciones hay un trecho corto. Por así
decirlo, para afianzar lo suyo pasa por rechazar lo del otro (salvo de sus
amistades). En su afán de estar de “vuelta de todo”, pretenden controlar todo
para que no se escape de su propio poder. Pero todas las ideas propias del
adolescente están carentes de la experiencia necesaria, lo cual les lleva a una
inseguridad latente que les hace ser más intransigentes.
Los padres tenemos que esperar que nos desafíen en algún momento. Que detecten y desafíen nuestras incoherencias. Que nos repliquen y nos pidan explicaciones. Puede que nos miren con indiferencia, con rabia, que nos llamen pesados, que nos digan que nos odian, etc,etc...No debemos perder los papeles y mantener nuestra postura sin tensión. No olvidar que necesitan aprender que hay topes y límites que, al fin y al cabo, la vida les pondrá en el futuro.
Son situaciones en que las partes se ven incompatibles. Van
a surgir en muchos momentos de la vida familiar y, si se resuelven bien, forman
parte del aprendizaje de todos los miembros, en especial de los hijos, que van
adquiriendo las habilidades necesarias para la vida extrafamiliar.
Es a los padres a quien corresponde adquirir capacidades
para la resolución de conflictos, revisando sus propias fortalezas y
debilidades. Por lo general, los conflictos actuales no se pueden corregir con
las herramientas que daban resultado en su propia infancia.
LOS ESTILOS EDUCATIVOS
Los estilos educativos de la familia tienen mucho que ver con
la resolución de conflictos. Todos tienen sus ventajas e inconvenientes.
- Autoritario: imposición de normas rígidas sin tener en cuenta los sentimientos ni necesidades de los hijos. Es malo para ambas partes, provocando en los hijos falta de motivación para seguir las normas
- Permisivo o negligente: los hijos acaban dominando la situación. Esto provoca sentimientos negativos en los padres y una sensación de pérdida de control familiar. En los hijos genera una falta de respeto a las normas, baja tolerancia a la frustración y problemas de conducta y autocontrol
- Sobreprotector: se utiliza la evitación ante los conflictos, los problemas no se resuelven y la comunicación se va cerrando.
- Asertivo o democrático: aun siendo el más útil a la hora de resolver conflictos, hay que vigilar que no se pierda el principio de autoridad por parte de los padres.
PRINCIPALES MOTIVOS DE CONFLICTO CON ADOLESCENTES
- Amistades
- Las tareas de casa
- Los horarios de llegada y salida
- El tiempo dedicado al estudio
- El rendimiento académico
- El dinero para sus gastos, tiempo libre, consumos…
- Tiempo dedicado a las nuevas tecnologías
- La sexualidad
- Los planteamientos de futuro
- El sistema de valores (política, religión
- La relación con los hermanos
RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS
Hay que enseñarles que el hacerse adulto no significa que puedan venir a tales horas a casa o ver cuales películas...sino encargarse de uno mismo, de saber cuidarse, es decir, cuidar la higiene personal (no tengan que decirnos que nos lavemos los dientes...), cuidar nuestro cuarto (nuestro espacio o hábitat), cuidar nuestros estudios, poner la mesa o ayudar en casa (cuidar nuestro hábitat social)... cuando unos padres ven que sus hijos saben cuidarse y cuidar al otro, saben dejarles el espacio y la libertad que necesiten.
Es imposible que no surjan conflictos. Lo importante es
saber resolverlos. Para ello es adecuado crear un ambiente familiar que lo facilite: fomentar un lenguaje libre de
prejuicios o acusaciones, evitar las riñas…todo ello en un ambiente familiar
relajado y divertido. Hay que reconocer que los discursos y monólogos de los
padres a los hijos son contraproducentes en la mayoría de los casos, siendo más
adecuado las explicaciones concretas y órdenes concisas.
Tiene que haber una predisposición a escuchar y dialogar y,
sobre todo, una clara intención de llegar a un acuerdo.
Es muy importante enseñar, ante la aparición de conflictos,
a contener los sentimientos de rabia y frustración, y buscar la mejor solución
para todos. No es buena actitud ceder y agradar a los demás cuando somos
nosotros los perjudicados.
Si el conflicto parece no resolverse, los padres no deben
dejar de ser una autoridad ante sus hijos. Firme pero sin agresividad. Aunque
en ese momento no lo parezca, ese marcarles los límites es necesario para su
desarrollo ulterior.
TRASTORNO NEGATIVISTA DESAFIANTE
En ocasiones, nos podemos encontrar con reacciones de este
tipo. Lo consideramos como trastorno cuando este patrón de conducta se hace persistente (no son rabietas
episódicas), con un comportamiento marcadamente desafiante, desobediente,
provocativo o rencoroso. Se considera un trastorno del control de impulso y de
la conducta, y puede llegar a tener un impacto negativo en las áreas social,
escolar o familiar.
Acompaña con relativa frecuencia a otros trastornos, como el
trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), trastorno disocial
y otros trastornos emocionales, lo cual hace más difícil su resolución, siendo
muy frecuente la necesidad de acudir a un terapeuta y en ocasiones a tratamiento
farmacológico.
Estos problemas, dejados a su curso natural, hacen que
cuando lleguen a adultos tengan más
probabilidad de cometer actos delictivos, abuso de drogas, depresión o ansiedad, intentos de suicidio, múltiples parejas sexuales, tener hijos prematuramente…
probabilidad de cometer actos delictivos, abuso de drogas, depresión o ansiedad, intentos de suicidio, múltiples parejas sexuales, tener hijos prematuramente…
Se ha observado que las variables: varón, presencia de otros
trastornos de conducta, perfil intelectual bajo, nivel educativo bajo de las
madres y repetir curso, incrementa las probabilidades de aparición de
trastornos de conducta.
INTERVENCION
En primer lugar tenemos que tener en cuenta que el niño no
escoge ser explosivo o ir en contra de las normas, sino que presenta un retraso
en habilidades ejecutivas, que son fundamentales para ser flexible y tolerar la
frustración. Estas habilidades se aprenden, y dependen de los modelos usados
por los adultos para enseñar a los niños.
Dada la magnitud del problema, la intervención tiene que ir
enfocada tanto a los hijos como a los padres. En este artículo solo hacemos
hincapié en la terapia psicológica, dejando la farmacoterapica a un lado.
La terapia focalizada en el niño deberá incluir: terapia de conducta, estrategias de
autocontrol, comunicación y resolución de problemas…
La terapia a los padres
incluye terapia de conducta (enseñar a comunicarse y respuestas adecuadas ante
el comportamiento de los hijos).
Conductas con riesgo importante (propio o ajeno): la respuesta
de los padres sería reprimir la
conducta, pues de lo contrario las consecuencias pueden ser inaceptables.
Conductas sin riesgo importante (propio o ajeno) pero que
altera la dinámica familiar de forma importante: empatía, definición
del problema y buscar entre todos una solución aceptable para todos.
Conductas inadecuadas sin riesgo importante que no afecta la dinámica familiar:
No intervenir, no prohibir ni prestar atención, sin que ello sea aceptar que la
conducta es adecuada.