PERIODO DE LA FORMA (3-4 años)
Esta época se caracteriza como una nueva concepción de la forma y el inicio de la representación simbólica, dando lugar a lo que algunos han llamado el “garabato interpretado”.
El desarrollo gráfico formal conquista la autonomía de los trazados, que dejando de ser garabatos, alcanzan su máximo grado de regularidad, simplicidad y perfección, constituyendo auténticas imágenes gráficas. Estas imágenes que en un principio aparecen aisladas, empiezan pronto a combinarse y a agruparse, formando conjuntos coherentes y relacionados entre sí.
Este conjunto de experiencias gráficas serán aplicadas en otros contextos del niño: cognitivos (geométricos, topográficos…), de situación (dentro-fuera), cantidad (uno, varios…), proporción (grande, pequeño…), distancia (lejos, cerca…).
Las operaciones formales que se adquieren en este periodo son:
·         Envolver
·         Señalización del espacio interior de la figura
·         Combinación de unidades (cerradas, cerradas y abiertas, abiertas…)
·         Fragmentación del interior de las figuras
·         Composiciones espaciales de figuras combinadas
Aparecen una serie de imágenes más o menos geométricas, que mediante su continua repetición, intentan perfeccionar aprender y automatizar. Incluso le ponen etiquetas verbales.
Todo este conjunto de formas y sus combinaciones van dando paso a un dinamismo y vitalidad a las formas y a los espacios.
Otra característica formal del grafismo es la continuación de los primitivos garabatos en forma de caprichosos trazados, realizados casi a cámara lenta y dejándose llevar sin sentido alguno, como divagando.
La representación simbólica se desarrolla plenamente a esta edad en el dibujo del niño.
En esta época, en la que el pensamiento infantil se empieza a hacer palpable, el dibujo se hace reflejo de ello, de forma que los grafismos comienzan a ser simbólicos, tanto de los seres, objetos, sensaciones y sentimientos del niño.
Los nombres que otorgan los niños a sus dibujos van referidos a los aspectos formales (“son bolas”, “son ruedas”…) como a su sentido simbólico, sin tener que recurrir a los objetos de su campo visual, sino al mundo de imágenes mentales que posee. Lejos de representar esos objetos, utilizan esos objetos para definir las formas que realizan. Llegan incluso a desencadenar descripciones o pequeñas narraciones para explicar el objeto dibujado
Los aspectos formales, afectivos y cognitivos que confluyen en el dibujo del niño a esta edad son de
una diversidad y complejidad que hacen muy difícil su interpretación. Esta no depende siempre de las formas y sus configuraciones (que con frecuencia son repetitivas), sino de los intereses e intenciones infantiles, que pueden dirigirse tanto a la experimentación con las formas y el espacio, como a la representación del contenido de sus pensamientos. Para interpretar sus dibujos, debemos conocer los pensamientos del niño, sus intenciones e intereses y, asistiendo al proceso de la realización del dibujo, escuchar sus comentarios.
Al final de esta etapa, los dibujos constituyen auténticas narraciones.
Hay que recalcar que, a diferencia de las etapas anteriores del grafismo, a partir de ahora están íntimamente ligadas a marcos culturales específicos.
El garabato-escritura: en esta misma etapa, el niño comienza a descubrir la función informativa y narrativa del grafismo, al observar e imitar la escritura de los adultos. Descubren que los grafismos del adulto describen palabras y que con ello se pueden describir objetos o expresar ideas. De esta manera comienzan a imitar dando lugar a garabatos ordenados en hileras.

Todos estos descubrimientos constituyen el precedente natural de la lectura y la escritura.
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