Aunque el trazado sea de naturaleza motriz, el impulso de factores afectivos y emocionales, por lo que los trazados ya empiezan a tener distintos matices de un niño a otro. Pero aún no existe motivación representativa, es decir, no pretenden imitar objetos o figuras que ellos ven.
Hasta esta edad, los patrones del trazo son similares en todos los niños, salvo los afectados por lesiones orgánicas. A partir de ahora, empiezan a verse variaciones según la personalidad del niño: unos emborronarán toda la hoja, otros serán muy comedidos pues no quieren mancharse ni hacer borrones en el papel.
La coordinación se refiere a la armonización de los movimientos del brazo, que se hacen patentes en la continuidad, fluidez y el ritmo de los trazados. Al ser un proceso exclusivamente motor, la función perceptiva no participa aún de forma activa. Al ser la maduración psicomotriz de proximal a distal (hombro-codo-muñeca-dedos), los trazos emitidos bajo coordinación del hombro y el codo serán de tipo pendular. Cuando entra a coordinarse la muñeca, los trazos comienzan a ser cicloidales, es decir rotaciones de menores dimensiones.
Los trazados pendulares van perdiendo su carácter pulsional, se diversifican sus orientaciones
espaciales expandiéndose por toda la hoja, perdiéndose los primitivos trazados restringidos a una zona de la hoja.
espaciales expandiéndose por toda la hoja, perdiéndose los primitivos trazados restringidos a una zona de la hoja.
Junto al desarrollo de los movimientos cicloidales, el desarrollo del trazo se ve orientado por la visión, que comienza a anticiparse al curso de la acción.
Acercándose al final de este periodo (los 3 años de edad) la velocidad del trazo va disminuyendo, el tamaño se reduce y las superposiciones de trazos van desapareciendo.
A partir de los 2 años comienza a dar nombres a sus trazados de forma esporádica y ocasional. Empieza a descubrir propiedades individuales en cada uno de los trazados y los saca del conjunto, dándoles nombres (no de algo que esté viendo).
Los garabatos de golpeteo (puntos, comas), parecen ser más que por un ímpetu agresivo, una expansión de alegría, un juego divertido para el niño, que adopta, a su vez, un nuevo movimiento del brazo: el vertical. Este trazo aparece con mayor frecuencia en varones.
Los garabatos horizontales son el resultado de un mayor control motor, una deceleración y un inicio del frenado del impulso, anticipándose en ellos la vista al movimiento de la mano. Es pues el movimiento más complejo de esta época y el que prepara para las siguientes fases. A su vez, empiezan a ser utilizados por el niño para señalar los límites espaciales, del dibujo o de la hoja.
Las tachaduras son utilizadas por el niño como indicador espacial, para señalar y destacar objetos o zonas del dibujo. Suelen llevar una fuente de afectividad, y su estructura pendular puede llevar una carga de agresividad, por lo que pueden ser utilizadas por el niño para expresar sentimientos (aversión, repulsa o rechazo) o para tachar o señalar trazados afectivamente significativos ya realizados. Estos trazos son más frecuentes en niñas.