PERIODO DE LA ESQUEMATIZACIÓN (entre los 4 y 7 años)
La característica más relevante de este periodo es que comienza a imponerse la configuración del objeto. El niño comienza a mirar los objetos y persiguiendo una imagen visual, establece una imagen estructural equivalente a ella.
La metodología utilizada hasta ahora, va a dar lugar a las primeras imágenes figurativas, esquemas. Estos se caracterizan por su geometrismo aditivo, es decir configuran la imagen mediante la adición de unidades y algún garabato aislado que vienen a representar  el objeto.
En este periodo, el interés del niño por describir el objeto, prestando atención a sus partes, dan lugar a figuras rígidas y estáticas, olvidándose, por el momento, de su funcionalidad (las manos aún no cogen, las piernas no corren…).
En una primera etapa (hasta los 5 años), los llamados preesquemas son imágenes en cuya configuración aparecen elementos suficientes que permiten su reconocimiento e interpretación y que no necesitan de la explicación oral, alcanzando por si mismos el nivel suficiente para evocar los
objetos que representan.
Los objetos utilizados son comunes en todos los niños: casas, árboles, soles, nubes, flores y figuras humanas.
Según se van afirmando las figuras que realizan, comienzan a aparecer las primeras relaciones entre ellas, como un intento narrativo, contando pequeñas historias. Esto permite una uniformidad y coherencia temática y espacial: aparecen los paisajes (empezando a delimitar la parte inferior con una línea que representa el suelo, y un sol en la parte alta de la escena).
El color, la orientación y las proporciones del dibujo son aún arbitrarios.
Más adelante (a partir de los 5 años), con el dominio de la figura, entramos en la época del esquema, que se caracteriza por un constante enriquecimiento y transformación de la figura, apareciendo unidades más complejas.
 La figura humana, la más evolucionada de todas, se sigue representando frontalmente. Es la más destacada entre todas las figuras representadas, y la que más perdura en la evolución del dibujo.
En los dibujos del niño en esta época domina la realidad interior, poniendo énfasis o devaluando lo que más interés tenga para él. Exageran las partes importantes, suprimen las que no lo tienen. En ocasiones, y debido a su excesiva repetición, ciertas exageraciones, tamaños u omisiones pueden reflejar aspectos de su personalidad o estado de ánimo.
En este periodo, el manejo del espacio se realiza por la aparición de un plano vertical que, al apoyarse sobre el plano horizontal o plano tierra, da  lugar al espacio alzado (bidimensional), que permanecerá hasta la adolescencia, donde aparecerá el espacio perspectiva (tridimensional).
La relación vertical-horizontal se establece primero dentro de las unidades aisladas, para en un momento posterior aplicarse a todo el espacio representativo. Este doble plano permite al niño obtener un espacio ordenado con elementos vinculados entre sí.

 La línea que recorre el papel de lado a lado y que representa el suelo, se corresponde a la línea de intersección del plano vertical con el plano horizontal, la que llaman línea base. Desde que empieza a utilizarla, coloca todos los objetos y figuras en este esquema espacial. El niño, utiliza esta línea tanto para señalar la base en la que se apoyan las figuras como para caracterizar la superficie del paisaje. Es una línea más funcional que visual, pudiendo marcar el movimiento y la dirección.
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