La
característica más relevante de este periodo es que comienza a imponerse la
configuración del objeto. El niño comienza a mirar los objetos y persiguiendo
una imagen visual, establece una imagen estructural equivalente a ella.
La
metodología utilizada hasta ahora, va a dar lugar a las primeras imágenes
figurativas, esquemas. Estos se caracterizan por su geometrismo aditivo, es
decir configuran la imagen mediante la adición de unidades y algún garabato
aislado que vienen a representar el
objeto.
En este periodo, el interés del niño por describir el objeto, prestando atención a sus partes, dan lugar a figuras rígidas y estáticas, olvidándose, por el momento, de su funcionalidad (las manos aún no cogen, las piernas no corren…).
En este periodo, el interés del niño por describir el objeto, prestando atención a sus partes, dan lugar a figuras rígidas y estáticas, olvidándose, por el momento, de su funcionalidad (las manos aún no cogen, las piernas no corren…).
En una
primera etapa (hasta los 5 años), los llamados preesquemas son imágenes en cuya configuración aparecen
elementos suficientes que permiten su reconocimiento e interpretación y que no
necesitan de la explicación oral, alcanzando por si mismos el nivel suficiente
para evocar los
objetos que representan.
objetos que representan.
Los objetos
utilizados son comunes en todos los niños: casas, árboles, soles, nubes, flores
y figuras humanas.
Según se van
afirmando las figuras que realizan, comienzan a aparecer las primeras
relaciones entre ellas, como un intento narrativo, contando pequeñas historias.
Esto permite una uniformidad y coherencia temática y espacial: aparecen los
paisajes (empezando a delimitar la parte inferior con una línea que representa
el suelo, y un sol en la parte alta de la escena).
Más adelante
(a partir de los 5 años), con el dominio de la figura, entramos en la época del
esquema, que se caracteriza por un constante enriquecimiento y transformación
de la figura, apareciendo unidades más complejas.
La figura humana, la más evolucionada de
todas, se sigue representando frontalmente. Es la más destacada entre todas las
figuras representadas, y la que más perdura en la evolución del dibujo.
En los
dibujos del niño en esta época domina la realidad interior, poniendo énfasis o
devaluando lo que más interés tenga para él. Exageran las partes importantes,
suprimen las que no lo tienen. En ocasiones, y debido a su excesiva repetición,
ciertas exageraciones, tamaños u omisiones pueden reflejar aspectos de su
personalidad o estado de ánimo.
En este periodo,
el manejo del espacio se realiza por la aparición de un plano vertical que, al apoyarse sobre el plano horizontal o plano tierra, da
lugar al espacio alzado (bidimensional), que permanecerá hasta
la adolescencia, donde aparecerá el espacio
perspectiva (tridimensional).
La relación
vertical-horizontal se establece primero dentro de las unidades aisladas, para
en un momento posterior aplicarse a todo el espacio representativo. Este doble
plano permite al niño obtener un espacio ordenado con elementos vinculados
entre sí.
La línea que recorre el papel de lado a lado y
que representa el suelo, se corresponde a la línea de intersección del plano
vertical con el plano horizontal, la que llaman línea base. Desde que empieza a utilizarla,
coloca todos los objetos y figuras en este esquema espacial. El niño, utiliza
esta línea tanto para señalar la base en la que se apoyan las figuras como para
caracterizar la superficie del paisaje. Es una línea más funcional que visual,
pudiendo marcar el movimiento y la dirección.