Es una crisis convulsiva asociada a fiebre que ocurre entre los 3 meses y 6 años, en ausencia de patología neurológica o metabólica y en niños sin antecedentes de convulsiones afebriles o epilepsia.
Se sospecha que estos niños tienen el centro de termorregulación más lábil, con ascensos o descensos bruscos de temperatura. De ahí que, en general, cuando hay fiebre no se recomienda bajarla muy rápidamente.
Aunque siempre son motivo de gran susto a los padres, las convulsiones febriles no provocan daño neurológico ni psicológico en niños sanos. Tampoco se ha visto que tengan más posibilidad que el resto de la población de padecer epilepsia.
No hay evidencia de que la profilaxis de las crisis febriles evite la aparición de la crisis.
El tratamiento es el mismo que para cualquier otra crisis.
La actitud de los padres será la habitual que se tiene en los ataques epilépticos : mantener la calma, poner al niño en posición de seguridad, y si dura mas de 3 minutos acudir a las urgencias más cercanas.
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