LA IMPORTANCIA DE LAS PRIMERAS HORAS DE VIDA

El vínculo

El vínculo es una experiencia humana compleja y profunda que requiere el contacto físico y la interacción entre madre e hijo en etapas tempranas de la vida. Los primeros minutos, horas y días constituyen un periodo sensible para el recién nacido y los padres.

En este período la madre y probablemente el padre están especialmente receptivos a los cambios que supone para su futura conducta el hecho de tener un hijo. El establecimiento del apego, del vínculo o en términos más humanos, del amor al hijo, puede estar condicionado por las interferencias en este período sensible. Se ha investigado mucho sobre cómo la separación de la madre y el hijo condiciona los cuidados posteriores. Se sabe que muchas mujeres sienten un afecto inmediato, pero entre un 25% y un 40% de las nuevas madres necesitan un tiempo.

Además de la importancia psicológica del contacto directo, se sabe que el contacto piel con piel y el amamantamiento desencadenan liberación de oxitocina en la madre y en el recién nacido. Esa secreción hormonal, además de sus funciones sobre el útero, favoreciendo la contracción y disminuyendo el riesgo de hemorragia, tiene efectos en el cerebro lo que ha hecho considerar hormona del amor”, que algunas madres describen como “el mejor antidepresivo”. Por lo tanto, la práctica de separar al niño de su madre debe considerarse como manifiestamente inadecuada y sólo se considerará en circunstancias de absoluta necesidad.


La adaptación
Desde que empiezan a desencadenarse los mecanismos del parto, el feto empieza a adaptarse para el nacimiento. Durante la gestación ha madurado y ha crecido, pero ahora se prepara para un cambio brusco del que depende su supervivencia. Sus pulmones empiezan a eliminar líquido y sus hormonas de estrés le preparan. Al poco de nacer se le liga el cordón umbilical y entonces todo cambia en sus pulmones y en su circulación. Nota la entrada de aire en sus pulmones, siente el frío ambiente. Además ya no flota, siente el peso de la gravedad y oye muchos ruidos nuevos. La primera adaptación ocurre muy rápido y la favorece el sentir el calor y el olor de su madre, que se parece tanto al del líquido amniótico.

Los mecanismos de la adaptación se mantienen durante las primeras horas de vida. La hipotermia o el dolor intenso pueden alterarlos. El llanto intenso también es indeseable y en esta fase precoz puede ser una respuesta de protesta y desesperación si el recién nacido está separado de su madre. Por eso hay que procurar que permanezca con su madre, si es posible piel con piel, caliente y seco, confortable, con acceso al pecho por si quiere mamar. En esta situación los recién nacidos no lloran, no gastan excesiva energía en la termorregulación, no producen hormonas de estrés y tienen menos dificultades para mamar.


El establecimiento de la lactancia materna

En las primeras dos horas de vida el recién nacido tiene una capacidad innata de buscar el pecho materno y empezar a mamar. No olvidemos que somos mamíferos. Es el niño el que sabe, no la madre. Colocado sobre el abdomen materno, piel con piel, repto guiado por el olor del pecho materno, cuyo calostro tiene sustancias volátiles similares a las que dan olor al líquido amniótico. Cuando alcanza el pecho suele empezar a mamar. Esta conducta puede desaparecer si se produce la separación de la madre o no se pone al niño cerca del pecho en la primera hora o dos horas de vida.

Las prácticas que interfieren con estos procesos naturales pueden alterar de manera importante el establecimiento de la lactancia en los primeros días. Estos primeros momentos son también esenciales para corregir algunos problemas de posición y encaje que pueden provocar que el niño mame poco y la madre tenga grietas. Las interferencias por tetinas de biberón y por el uso muy precoz del chupete deben ser evitadas.
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